domingo, 16 de enero de 2011

Polo Sur

A principios del siglo XX pocas regiones del planeta quedaban sin explorar, entre ellas, una de las más atractivas era el continente helado de la Antártida, donde se ubica el Polo Sur geográfico. En 1911 el británico Scott y el noruego Amundsen compitieron por alcanzar el Polo Sur y al final plantar allí la bandera de su país. De esta gesta se cumple un siglo y de ella han quedado testimonios escritos que dan cuenta de las experiencias narradas por sus protagonistas.


Antes, Scott y Shackleton se asociaron en 1901 y, a bordo del «Discovery», inauguraron la edad heroica de los viajes a la Antártida. Junto con el doctor Edward Wilson recorrieron 1.536 kilómetros en 94 días y llegaron a casi 1.200 kilómetros de su objetivo, teniendo que regresar tras pasar un infierno en medio del hielo. Ninguno sabía esquiar bien ni tenía experiencia guiando a los perros. Además acabaron enfermos de escorbuto y perdidos en mitad de la nada. Shackleton había aprendido poco de sus errores cuando su buque «Nimrod» se hizo a la mar en 1907. Sin Scott (nunca más recibiría órdenes de nadie) y con subalternos de confianza —entre ellos Frank Wild, que le acompañaría en la expedición del «Endurance»— partió en octubre de 1908 de Cabo Royds, en la Gran Barrera de Hielo, con diez caballos y nueve perros. Los caballos resbalaban y caían y acabaron formando parte de la dieta de los expedicionarios. A unos 160 kilómetros del Polo, hambrientos y congelados, decidieron dar la vuelta y vivir antes que alcanzar la gloria y morir.


Ese destino le estaba reservado a Robert Scott, sumándose además la amargura de no ser el primero en llegar al Polo Sur. Su expedición y la de Amundsen emprendieron la marcha en octubre de 1911; Scott siguió la huella abierta por Shackleton y, como aquel, utilizó caballos (a pesar de su demostrada inutilidad en este terreno), además de trineos a motor que no funcionaban y perros que nadie sabía guiar. Cuando llegaron a su destino comprobaron que el rival noruego, mejor pertrechado y entrenado, les había ganado por la mano. «Ha sucedido lo peor. Se han desvanecido todos los sueños», escribió Scott en su diario. «¡Santo Dios, esto es un lugar espantoso! Y ahora volver a casa, haciendo un esfuerzo desesperado». La última línea de su diario, escrita el 19 de marzo de 1912, presagiaba la tragedia. «Es una lástima, pero no creo que pueda escribir más».

Hay algunas obras de Amundsen, que merecen ser recurperadas. El explorado noruego, nacido en Borge, el 16 de julio de 1872 que además de dirigir la expedición a la Antártida que por primera vez alcanzó el Polo Sur, también fue el primero en surcar el Paso del Noroeste, que unía el Atlántico con el Pacífico, y formó parte de la primera expedición aérea que sobrevoló el Polo Norte. Acaba de aparecer la reimpresión de Polo Sur: Relato de la expedición noruega a la Antártica del Framm (1910-1912) en la Editiorial Interfolio.


La narración de Roald Amundsen en palabras de los editores es parte de "la historia de esta fabulosa hazaña, que fue ensombrecida por un enfermizo sensacionalismo que glorificó y encumbró a un perdedor incompetente: el capitán Scott, cuya expedición, víctima de una incontable sucesión de decisiones erróneas, acabaría inútilmente con su vida y con la de sus cuatro compañeros. Por el contrario, Amundsen fue dueño del impecable estilo que lo llevó a planificar, evaluar y prever hasta los detalles más nimios. Y si bien la prensa anteriormente se regocijó en el morbo del suicidio de Scott, hoy reconoce el triunfo del explorados noruego. Considerado insensible y calculador por su «cómoda victoria» frente al hielo, Amundsen se nos muestra, en la ágil narración de Polo Sur, una imagen diferente: la de un enamorado de las tierras polares. Los enamorados no son insensibles ni calculadores. Pero no todo el mundo comprende a los enamorados. Un libro que nos cuenta la historia desde el punto de vista de su protagonista, sin escatimar sentido del humor" (Editorial Interfolio).



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